NUEVA RESIDENCIA DEL CORAZÓN
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Baila como si nadie te viera,
porque nadie te ve:
todo el mundo está viendo su celular
ANÓNIMO
Tenemos una nueva función los humanos, que aún no la reconocemos oficialmente, pero la practicamos intensamente. Hemos desarrollado una capacidad increíble de portar en las manos un dispositivo electrónico que, si seres de otro planeta nos observaran desde su lejano mundo, pensarían que los teléfonos celulares son parte de nuestro organismo como una prótesis o ampliación de la mano. Les llamaría poderosamente la atención ese aparato que nos lo llevamos compulsivamente al oído, que obsesivamente lo vemos y de manera maniaca pulsamos el pequeño teclado en una acción de segundo tras segundo. Sí, así es nuestra manía de millones de personas que hemos sustituido los sentidos por los teléfonos inteligentes.
Esos aparatos inteligentes los hemos incorporado como extensiones de nuestro cuerpo: los cargamos siempre a nuestro lado. No podemos prescindir de ellos. Han dejado de ser artículos de primera necesidad para pasar a ser indispensables, vitales y estratégicos que sin ellos no podríamos sobrevivir. Así tal cual, no podríamos ya sobrevivir. Es tanta la codependencia tecnológica que podemos olvidar en casa la cartera o la bolsa, los lentes o la licencia de manejar e inclusive la identificación, dinero y tarjetas de crédito, pero nunca de los nuncas, podríamos ya caminar por la vida sin el celular en nuestra bolsa o en las manos para tenerlo más a la mano, obvio.
Vemos por los celulares, oídos por los celulares, gustamos por los celulares, escribimos por los celulares, leemos por los celulares y también sentimos y amamos por los celulares. Los sentidos y el corazón los hemos sustituidos por el celular.
Pensamos y conocemos por los celulares. Multiplicamos y dividimos por los celulares, inferimos y discutimos por los celulares y hasta el cerebro a punto de ser rebasado por esos aparatos. Y también, el corazón palpita y sufre por los celulares: amores y desamores, “ligues” y despechos por los celulares. El corazón, los sentimientos y las emociones ya tienen nueva residencia.
Casi todas nuestras actividades ahí quedan registradas y cada vez vamos acumulando nuevas actividades y vivencias. Creo que los funerales ya deberían de incorporar el celular del difunto porque ahí también está gran parte de su vida.
Por esas razones, llama la atención que las aplicaciones de las redes sociales en esos teléfonos tengan incidencia, no tan solo en la vida íntima y personal de cada uno, sino ahora también juegan un papel muy importante en la política. Sistemas y formas de gobierno, políticos y autoridades están ahí para usar la influencia y penetración de lo que saben es la nueva codependencia y adicción global que padecemos. Si ahí radican las emociones y el corazón, ahora han pasado a ser parte de las ambiciones y estratégicas políticas para “llegar al pueblo”.
Por ejemplo, los populismos, en diferentes coordenadas del mundo coinciden en el uso de las redes sociales para influir y manipular a los ciudadanos cibernautas que navegan por las carreteras de la información digital, que viven los sueños de la realidad virtual y que están gran parte del día prendidos a un teléfono: o sea, la gran parte de la humanidad.
Ese mercado no podía ser despreciado por un tipo especial de políticos que viven en la galaxia del populismo, creando e imponiendo nuevas formas de coexistencia. Los populismos se han metido al corazón, al estómago y vísceras a través de las redes sociales.
Algunos le llaman la oveja negra de la democracia al populismo, porque no se puede negar su existencia ni tampoco se le puede impedir que paste al lado de los demás. En todo rebaño hay alguna que induce a las demás ovejas a brincar el cerco, a irse por otra vereda o a liderearlos para llevarlos supuestamente a un mejor pastizal, que ni los mismos pastorcillos pueden impedir.
Desde que los griegos diseñaron el sistema democrático, también consideraron una degradación de este, que calificaron como demagogia y ahora adquiere la etiqueta de populismo, donde el “poder” del pueblo no es precisamente el sueño griego de la democracia de delegar el poder al pueblo a través de representantes emanados del misma comunidad, sino que surgen caudillos o mesías que prometen llevarlos a la tierra prometida con el engaño de ser encarnación del pueblo.
Los populismos son de derecha y de izquierda, pueden ser carismáticos o dictatoriales, de tiranos o de iluminados. Siempre han existido y la historia los ha registrado en sistemas fascistas o comunistas, autoritarios o personalistas y seguirán dándose con mayor incidencia porque ahora disponen de una nueva herramienta que es internet. Si creemos que internet ha fortalecido la democracia, también ha potencializado a los populismos o su equivalente de la degradación de la democracia, que es la demagogia.
El populismo de nuestros días se ha potencializado por las redes sociales. Es la nueva arma, ni tan secreta, que ha fortalecido al mencionado sistema con la estrategia de la polarización.
Las redes sociales ahora son el centro promotor de confrontación y descalificación. Las campañas más radicales de odio y desprecio se dan en las plataformas sociodigitales, donde quien manipula más las redes, manipula la opinión y la percepción. Si antes el que tenía más saliva tragaba más pinole, hoy el que tiene más likes, fascina más a sus seguidores.
Esa es una de varias razones porque los populismos se han posesionado de las redes sociales para manipular y confundir. Polarizar es dividir con el principio básico de la estrategia de guerra: divide y vencerás. Polarizar es separar y desunir a los iguales para mantenerlos así y evitar que unidos tengan más fuerza. Polarizar es el principio maniqueista de etiquetar a blancos y negros, buenos y malos y promover un ambiente de intolerancia entre ellos.
El Internet mal utilizado mata a la democracia y le da vida a los populismos digitales que antes usaban la tribuna, el discurso y la barricada para convencer o seducir a los seguidores. Hoy disponen de la tecnología digital para convocar, acarrear o mentir desde las redes sociales.
El italiano Barberis califica como “cabalgar la fluctuante opinión digital”. Y considera que “la revolución digital podría convertirse en una enorme regresión. Ya hoy, en la red, la Tierra vuelve a ser plana y las vacunas causan autismo. No se puede descartar, pues, que la civilización humana acabe como la isla de Pascua, auto inmolándose ante sus ídolos tecnológicos. Sería el cierre de un ciclo: el homo sapiens se convertiría en un chimpancé. Nuestro primo, el macho alfa, ya sonríe con la idea de aceptarnos entre sus followers…” .
Otra de sus conclusiones del libro de Mauro Barberis (2020)[i]advierte de los riesgos del llamado populismo digital. Lo de la isla de Pascua, que recuperó su nombre original de RapaNui, con las grandes esculturas de piedras que miran hacia el mar, lo menciona porque ahora están rodeadas de tecnología como baños ecológicos, paneles solares y biodigestores perdiendo su originalidad rupestre.
Para desarrollar su hipótesis señala que todas las comunidades humanas son inventadas, pero en el caso de internet lo es más porque las personas pegadas a sus computadoras o teléfonos celulares ni siquiera forman una multitud, sino un conjunto. Y dice que cuando vivamos verdaderamente onlife, dependiendo del “internet de las cosas” o de la inteligencia artificial que gestionarán nuestra existencia sin nosotros, no solo cambiará la naturaleza humana, como siempre sucede al cambiar los entornos vitales. Quizás también los humanos se conviertan en cosas administradas por otras cosas.
Y como reza la frase anónima de que baila como si nadie te viera, porque nadie te ve, pues todo el mundo está viendo su celular…o te está tomando fotos para subirla a las redes sociales.
Esa es nuestra realidad. ¿Inteligente o mediocre?
jcontreraso@uach.mx
[i] BARBERIS, Mauro (2022) Revista de la Universidad de México, Populismo digital. Cómo internet está acabando con la democracia. Edición diciembre 2022-enero 2023, p. 23-29, México
Autor: Javier Horacio Contreras Orozco
Fuente: WWW.eldiariodechihuahua.mx
manuelgandaras@gmail.com
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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