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NIÑAS JUGANDO A SER MAMÁS
13.08.2014 08:11 am
Por: NIÑAS JUGANDO A SER MAMÁS Por José Luis García
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Cuando Leonor escuchó la frase, no se pudo controlar: "Mamá: estoy embarazada". Era su hija, quien estaba a escasos dos metros de distancia, dándole la noticia sin mayores rodeos. Para cualquier abuela primeriza este habría sido el premio más importante para una vida de esfuerzos; el problema es que quien le estaba confesando tal suceso era la mayor de sus tesoros, de 15 años de edad.
Leonor se quedó quieta. Había sentimientos encontrados. Sabía que algún día habría de escucharlo, pero no tan pronto. Esta mujer de 39 años de edad estaba a punto de convertirse en la abuela más joven de su familia. Alguna vez soñó con una hermosa boda para su hija, llena de luces de color azul bañando el ajuar de novia cuyo brillante blanco contrastaba con la dorada piel de su pequeña nena.
Siguió callada. Antes de voltear a ver a su hija, necesitó de un larguísimo suspiro que le arrancó el esfuerzo de evitar las lágrimas; luego se separó el delantal muy despacio, regresó la mirada y la clavó en los delicados ojos de la adolescente. "¿Estás segura?". "Sí mamá", entonces la niña de 15 años se llenó de miedo, abrazó a su madre y soltó en llanto.
En vez de iniciar un drama, que sería lo más lógico, Leonor calmó a su hija y la sentó a la orilla del sillón de la modesta sala; le acarició el sedoso y largo cabello, se le quedó mirando y le dijo de la manera más tierna: "¿Qué hiciste mi pequeña hijita?". La niña no dejó de llorar hasta que se quedó dormida en los brazos de Leonor...
Quince años. Esos primeros 180 meses de edad tendrían que dar un giro total al proyecto que Leonor tenía para su hija. Apenas estaba ingresando a la preparatoria. La acababa de inscribir y juntas fueron a comprar libros y uniforme. Un día antes de que la niña confiara su estado, ambas hicieron planes para dentro de tres años estudiar leyes y abrir su despacho... ahora habrá que esperar.
Esta historia no tiene nada de extraño. Ese es el problema. Estamos perdiendo la capacidad de asombro y los asuntos que deben ocurrir en determinado momento y a las edades apropiadas, tienen hoy demasiada prisa. De hecho, las personas tenemos prisa para todo: para llegar al trabajo, para recorrer las calles, para cumplir con los compromisos, para estudiar, para hablar y para escuchar... las personas tenemos prisa, mucha prisa, para planear y concluir proyectos y, lo más grave: tenemos prisa para amar y ser amados... y terminar una relación lo antes posible.
Las personas hoy nos preocupamos tanto por tener dinero, que nos convertimos en los pobres ricos del pueblo y nos ocupamos en estar en las primeras posiciones sociales, para ser, en realidad, los últimos inquilinos de una realeza sustraída a escondidas y secuestrada con mentiras piadosas.
Tenemos prisa para casarnos y llegamos demasiado pronto al divorcio; nos queremos conocer con un beso, antes de tomarnos de la mano. Los embarazos prematuros son, precisamente, el resultado de una agenda que nadie cuidó, de una cita que se dio a ciegas, de una pasión que ni siquiera alcanzó el primer nivel de sentimiento y, para variar, nadie quiere una responsabilidad, a pesar de ser responsables.
Afirmo, sin secuestrar la verdad y respetando la diversidad religiosa, que un embarazo no llega por la gracia divina: es una relación entre dos y ambos, hombre y mujer, tienen la misma responsabilidad. Entre adolescentes sería difícil responsabilizar a una sola parte, porque se trata de un desliz que pudo evitarse, pero la prisa por conocer y probar pueden más que la prudencia.
También digo, sin equivocarme, que el embarazo prematuro no es ni pecado, ni delito, ni destroza vidas. Simplemente retrasa proyectos de vida, porque una adolescente convertida en madre tendrá que adelantar los tiempos y, en vez de salir a divertirse, deberá quedarse en casa a cuidar a su bebé, darle de comer, cambiarle los pañales, salir corriendo con él a media madrugada cuando tiene temperatura y, en el mejor de los casos, aprender a bañarlo.
Pero no sólo se trata de un embarazo prematuro. Siempre voy a sostener que simultáneamente habrá una paternidad precoz, porque ella no lleva un bebé en el vientre porque se comió una sandía... lamentablemente vivimos aún en medio de un arraigado machismo donde el hombre siempre tendrá la razón, a pesar de las torpezas que cometamos. Y me parece que ya llegó el momento de reconocer, sin tantos prejuicios, que un embarazo no es "de ella", es de ambos.
He comentado en muchas ocasiones que nuestra sociedad debe generar los suficientes programas preventivos, pero no podemos dejarle todo al gobierno, todo a los papás, todo a la escuela. Porque somos tan cómodos y tan simplistas a veces, que cuando ocurre un embarazo, de inmediato empezamos a culpar a todo y a todos: "es por culpa de las amistades con las que anda", "es culpa de los papás que la dejan muy libre", "es por la escuela donde estudia" y, de observadores, nos convertimos en jueces implacables. Qué graves injusticias cometemos al sentenciar.
De acuerdo con la última encuesta nacional de la juventud, un altísimo porcentaje de jóvenes de entre 14 y 19 años han iniciado relaciones sexuales tempranas, y cada mes al menos 70 adolescentes se embarazan. Esta cifra no debe preocuparnos... ¡debe ocuparnos!, porque no es posible que las niñas jueguen a ser mamás y los niños jueguen a ser papás.
Le decía a un grupo de jóvenes, durante un taller de cultura de la legalidad, que antes era un deleite salir a pasear con tu novia, tomarla de la mano, irse (aunque suene lo más ridículo que parezca) a comprar una nieve y disfrutar la caminata por el parque a las siete de la tarde; antes era una delicia ir al cine a las 4 de la tarde y después caminar hasta la casa hablando... ¡sí: hablando!
Hoy parece que los muchachos tienen demasiada prisa para buscar sexo, y en vez de una caminata, quieren esconderse, en vez de ir al cine, necesitan un rincón oscuro, y en vez de una nieve, exigen un trago de alcohol. No generalizo, como siempre, pero la tendencia hoy es adoptar la cultura norteamericana, donde las relaciones sexuales tempranas "tienen" que darse, o de lo contrario las y los adolescentes son de otro planeta.
¿Por qué estamos adelantando los tiempos para todo? Por la prisa que le hemos diseñado a nuestras vidas; hoy los jóvenes no quieren hablar porque los papás no tenemos tiempo de escuchar. Ellos, los muchachos, han delineado su propia agenda, basada en las redes sociales como su principal fuente de consulta, mientras los padres de familia necesitamos cada día reunir mejores satisfactores para que a nuestros hijos no les falte nada.
Lamentablemente la comunicación entre padres e hijos se está agrietando, y tampoco es culpa de unos, ni de otros; nuestra sociedad nos está apurando para que vivamos rápido, pero también para que muramos más pronto. La vida tiene que acabarse ya, de lo contrario no se cumple con los requisitos de tener y gastar, de vivir y no soñar, de atesorar sin disfrutar. Los papás y las mamás nos la pasamos ahorrando para hacer feliz a la familia, pero luego andamos tratando de reunir a la familia porque el dinero nos distrajo de algo tan simple como una conversación dominical en la mesa.
Por eso debemos encender las antenas cuando escuchamos en alguna parte la frase que puede llegar en cualquier momento a tu hogar, donde tu hija adolescente, tu hija de 14, 15 o 16 años diga: "mamá, papá: estoy embarazada". El reloj de la vida ya marcó la hora de advertirles a nuestros hijos que todo llega a su tiempo y se disfruta más a su tiempo y en su momento. El noviazgo, los abrazos y los besos son bellos, son momentos hermosos, naturales, pero las prisas traen consecuencias. Todo a su tiempo, todo. Ten un buen domingo. Son sólo cosas comunes.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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