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EL SINSABER MUSICAL
13.07.2014 09:25 am
Por: EL SINSABER MUSICAL Por: Renata Chapa
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Imaginario colectivo
Posters, revistas y portadas de discos LP. Sus piezas en altísimo volumen dentro de casa y desde el estéreo de su rockero VW. Ésos habían sido mis referentes de Carlos Santana. Mi hermano Ernesto fue el encargado de acercarlo a mis días por ahí de 1978. Yo escuchaba aquellos solos largos, larguísimos, y le preguntaba quién tocaba así la guitarra eléctrica. Más por morbo que por un auténtico interés musical. “¿Cómo que quién toca?”, me decía con sus ojos grandes. “¡No lo puedo creer! ¡Santana! ¡Es un dios! ¡Qué no oyes!”. Mi hermano, fascinado; yo, asustada. No comprendía de dónde le nacía semejante furor por el moreno de pelo ensortijado que tenía pegado en las paredes de su cuarto. Ernesto, veinteañero; yo, en mis primeros diez.
A pesar de pertenecer a generaciones musicalmente distintas, mi hermano supo heredarme sus ídolos musicales muy a su manera. Hace veinte años, sin que él supiera, copié varias de las joyas que él me enseñó a disfrutar casi por ósmosis. Esas mismas canciones son las que hoy escucho sin cansarme. Piezas de imperdonables audífonos, queridísimas: Chicago y sus maravillosas “Saturday in the park”, “Happy man”; Paul McCartney y la delicada “My love”; Bread y su cadencia con “The guitar man”; Stephen Bishop con su relato “On and on”; Neil Sedaka y su rico abrazo a través de “Laughter in the rain”; The Guess Who con la emblemática “These eyes”; Gilbert O´Sullivan y la triste ternura en “Alone again (Naturally)”.
Otros de los gustos musicales de Ernesto rondaban a Led Zeppelin, Kiss, Ozzy Osbourne, Black Sabbath. Ni ellos ni tampoco Santana fueron mi selección en aquella tarde de grabaciones musicales en secreto. Pero ayer, el músico mexicano regresó a mi camino por una vía distinta. Escuché una minúscula parte de su historia en su propia voz y mi perspectiva cambió. Conocer los vaivenes por los que pasa un músico es, sin ningún temor a equivocarme, una forma extraordinaria de gozar su talento. Comprender su historia y asociarla a su instrumento y a las piezas musicales producidas es un goce pleno. Todo gracias al documental “Latin Music USA” ((www.pbs.org/wgbh/latinmusicusa/index.html#/en/wat/01/05).
El sitio web de la Public Broadcasting Service es un extraordinario producto de televisión educativa de libre acceso. “Latin Music USA” es una de sus obras maestras. Es el resultado de combinar una asertiva pedagogía visual y auditiva para transportar al receptor por un viaje musical a través de tiempo. Comprender, gozar y honrar la presencia de la música latina en EUA a partir de los 30 es el objetivo bien cumplido por los realizadores de la emisión.
Sin ser melómana, pero sí gustosa de la música y sus distintos géneros, una vez disfrutado “Latin Music USA” no sólo mi relación con Carlos Santana cambió y no me perderé de su talento por el sinsaber musical. Mi lista de nuevos cantantes, ejecutantes, bailarines, productores, investigadores y comentaristas aumentó y, sobre todo, se volvió demasiado apetecible.
La producción de la PBS es notable. Logra transmitir en “Latin Music USA” una cronología que, por otras vías, bien pudo haber sido sólo cúmulos de datos. Pero al tratarse de música, qué mejor manera de aprehenderla si no es por el estímulo audiovisual. Escuché a Santana relatar que su padre, integrante de un mariachi en Tijuana, le enseñó a tocar el violín desde los ocho años. Así, pequeño, lo llevaba a trabajar a las zonas “donde encontrabas a las prostitutas más baratas de la ciudad”. El músico recuerda que hoy todavía le regresa la sensación de asco cuando recuerda aquellos olores a vómitos y orines de las zonas donde tocaba al lado de su papá. Una noche, narra el guitarrista, jaló a su padre del brazo y le dijo que ya no quería tocar esa música. Que estaba asqueado del sitio donde estaba. El papá le respondió enojado, “¿Es que quieres tocar la música basura de Jimmy Hendrix y esos otros locos?”. Y el pequeño Carlos respondió: “Esa música no puede ser tan basura como la de este lugar”. Los Santana dejaron la fronteriza ciudad y llegaron a San Francisco, California. Comenzó a florecer, entonces, el ícono musical mexicano.
Otros nombres, otras historias. Más música, más baile. “Latin Music USA” platica de Mario Bauzá, Arturo Sandoval, Dizzy Gillespie, Cándido Camero, Machito, Dámaso Pérez Prado, Orestes López, Israel “Cachao” López, Tito Rodríguez, Tito Puente, Gene Krupa. Cuenta del Savoy Ballron, del Palladium. Explica los orígenes del mambo, del merengue, del bebop, de la salsa. Presenta la influencia de la música afrocubana que antecedió por décadas a Santana e incluso demuestra de una manera llamativa la forma en que los ritmos latinos llegaron a marcar el ritmo de algunas piezas de los Beatles. Más ritmos, más décadas. Tejano, Chicago rock, Reggaetón y el pop latino son materia de otros capítulos no menos fascinantes del documental de la PBS en combinación con la Corporation of Public Broadcasting, la National Endowment for the arts y la Latino Public Broadcasting.
Que el sinsaber musical no sea un obstáculo para el goce de piezas e historias maravillosas. Disfrutar el “Latin Music USA” es sencillo y muy divertido. Tiene alta definición de imagen y sonido, pero, de ser posible, aquí también los audífonos son demasiado recomendables. Darse el tiempo para atender este documental es una manera de aprender otras caras de la música y transportarse en sus ritmos y protagonistas por diferentes escenarios del mundo.
El legado de mi hermano, hoy, gracias a la PBS, aumentó por mucho su valor emocional. Privilegiada y agradecida con él. Reconocimiento tardío, pero con su linda música en el corazón.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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