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DÍAS DE GUARDAR / DÍAS DE REFLEXIONAR
13.04.2014 11:24 am
Por: DÍAS DE GUARDAR / DÍAS DE REFLEXIONAR Por: G. Arturo Limón D.
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(Primera parte)
Dedicado a los hombres y mujeres que en cualquier parte de Chihuahua, México y el Mundo, reclaman un momento de reflexión, en este frenesí de acción
Llegaron las vacaciones, así que es tiempo de dar vacaciones a esas difíciles noticias que en un frenesí inacabable nos son servidas a la mesa con el desayunos muchas mañanas a través de la radio, la T.V., la prensa o Internet, muchas de las cuales en ocasiones nos quitan el sueño al anochecer cuando roban la tranquilidad, nos llenan a cada mañana en los noticieros de noticias que nos sobrecogen y aun angustian por el dolor de la crisis, o la tragedia que a diario por mil y una razones se suceden en un formidable planeta de más de 40,000 kilómetros de diámetro, cerca de 7,000, millones de personas y alrededor de 191 (según ONU) y 200 países, en todos ellos sucede todo, hay revoluciones, terremotos tragedias y demás, pero pocos nos damos cuenta y tiempo de entrar a otro mundo al mundo interior de nuestro propio ser y dedicarnos al menos dos semana a la reflexión en éstos que otrora eran llamados Días de Guardar por la reverencia a lo sagrado del sacrificio de Jesucristo, ojalá le asumamos como Días de Reflexionar, es mi deseo.G.A.L.D.
SEAMOS HOMBRES
Bajo este título se publica una conferencia dada por Todd Christofferson en octubre de 2006, en ella él habla de una anécdota más que interesante sucedida en su hogar que ilustra e introduce lo que será su exposición:
“Hace años, cuando mis hermanos y yo éramos niños, nuestra madre se sometió a una gran operación quirúrgica para erradicar un cáncer. Estuvo muy cerca de morir. Fue necesario extirparle mucho tejido del cuello y del hombro, y durante mucho tiempo fue muy doloroso para ella usar el brazo derecho.
Una mañana, a un año de la operación, mi padre la llevó a una tienda de artículos eléctricos y le pidió al gerente que le mostrara cómo usar una plancha para ropa que él tenía. Se llamaba Ironrite. La máquina se operaba desde una silla, para lo cual se presionaban unos pedales con la rodilla para bajar un rodillo acojinado contra una superficie caliente de metal y hacerlo girar, y por allí se hacían pasar las camisas, pantalones, vestidos y demás prendas de ropa. Como podrán imaginar, esto facilitaba el planchado (y era mucho, pues en nuestra familia éramos cinco varones), en especial para una mujer con un uso limitado de su brazo. Mi madre se sorprendió cuando papá compró la máquina y la pagó en efectivo. A pesar del buen ingreso que él tenía como veterinario, la operación de mamá y los medicamentos los habían dejado en una situación financiera difícil.
De camino a casa, mi madre estaba alterada: “¿Cómo podremos pagarla? ¿De dónde salió el dinero? ¿Cómo nos arreglaremos a partir de hoy?” Papá le contó que durante casi un año no había almorzado para ahorrar el dinero suficiente. “Ahora cuando planches”, le dijo, “no tendrás que dejar de hacerlo e ir al dormitorio a llorar hasta que se te pase el dolor del brazo”. Ella no sabía que él se había dado cuenta. En ese tiempo yo no me percaté del sacrificio y del acto de amor de mi padre por mi madre, pero ahora que lo sé, me digo a mí mismo: “He ahí a un hombre”. (1)
Destacaba así el actuar de quien es capaz de ver más allá del bienestar propio y actúa para ayudar a otros, en este caso su esposa en lo inmediato que es su hogar, y señala que hoy día esa actitud debiera estar vigente de hecho el que se determine en su ser hombre dice “se negará a sí mismo algunos placeres al tratar de honrar sus compromisos, un hombre verdadero vive una vida gratificante. Da mucho, pero recibe más, y vive feliz con la aprobación de… la vida de la verdadera hombría es la buena vida”.
Y asociándolo a ese sacrifico que se conmemora estos días expresa: “Pero más importante aún, cuando consideramos la admonición de ser hombres, debemos pensar en Jesucristo. Cuando Pilato hizo traer ante él a Jesús, quien llevaba la corona de espinas, él declaró: “¡He aquí el hombre!” (Juan 19:4–5). Tal vez Pilato no comprendía completamente el significado de sus propias palabras, pero el Señor efectivamente representó ante el pueblo de entonces y ante nosotros hoy, el máximo ideal de la hombría: ¡He aquí el hombre!
El Señor preguntó a sus discípulos qué clase de hombres habían de ser y luego contestó: “En verdad os digo, aun como yo soy”… Esa es nuestra búsqueda final. ¿Qué hizo Él que nosotros, como hombres, podemos emular?
Jesús rechazó la tentación. Cuando lo enfrentó el gran tentador, Jesús “no [cedió] a [las tentaciones]” Él rebatió con el pasaje de las Escrituras: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4)…
Jesús “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Usó los poderes divinos… para bendecir a los necesitados, “como sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, hacer que los cojos anden, y que los ciegos reciban su vista, y que los sordos oigan, y curar toda clase de enfermedades”. Jesús dijo a Sus Apóstoles: “Y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10: 44, 45). Como Sus consiervos, podemos llegar a ser grandes en Su reino por medio del amor y del servicio.
El Salvador fue intrépido para oponerse al mal y al error. “Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo… y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Mateo 21:12–13). Llamó a todos a que se arrepintieran (véase Mateo 4:17) y fueran perdonados (véase Juan 8:11; Alma 5:33). De igual forma, nosotros debemos ser firmes para defender las cosas sagradas y para elevar la voz de amonestación.
Él dio Su vida para redimir a la humanidad; y seguramente, nosotros podemos aceptar la responsabilidad de quienes Él ha confiado a nuestro cuidado”.
Nos exhorta a que... “seamos hombres, tal como Él lo es”.
Así como el hombre debe afirmarse en su hombría de bien, no machismo, la mujer debe ser capaz de entrar en la profunda reflexión de su autoestima y valor como ser singular y valioso que es, deseo compartir aquí los pensamientos del mismo autor para que sea usted quien haga sus reflexiones profundas. Tan profundas como necesarias les sean hacerlas, espero sea útil el mensaje.
LA FUERZA MORAL DE LA MUJER
“Desde tiempo inmemorial, las sociedades se han valido de la fuerza moral de la mujer. Aunque ciertamente no es la única influencia positiva que contribuye a la sociedad, el fundamento moral que proporcionan las mujeres ha sido singularmente favorecedor para el bien común. Tal vez porque es generalizada, la contribución de las mujeres con frecuencia se subestima. Deseo expresar gratitud por la influencia de las mujeres buenas, destacar algunas de las filosofías y tendencias que amenazan la fortaleza y la posición de las mujeres, y expresar una súplica a las mujeres para que cultiven el poder moral innato en ellas.
Las mujeres traen consigo al mundo una cierta virtud, un don divino que las hace expertas en inspirar cualidades tales como la fe, el valor, la comprensión y el refinamiento en las relaciones y en las culturas. Cuando Pablo alabó la “fe no fingida” de Timoteo, señaló que esa fe “habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice”1.
Hace años, cuando vivía en México, observé de primera mano lo que Pablo quiso decir. Recuerdo en particular a una madre joven, una de las muchas mujeres de la Iglesia en México cuya fe en Dios enriquece sus vidas de manera tan natural que casi no parecen darse cuenta de ello. Esta hermosa mujer irradiaba una autoridad moral, nacida de su bondad, que influía para bien en todas las personas que la rodeaban. Junto con su esposo, sacrificaba un sinnúmero de placeres y posesiones por cosas de mayor prioridad aparentemente sin siquiera pensarlo dos veces. La habilidad que tenía para realizar las tareas de alzar a sus hijos, agacharse y mantener el equilibrio con ellos era casi sobrehumana. Las responsabilidades que tenía eran muchas y las tareas a veces eran repetitivas y mundanas; sin embargo, detrás de todo ello había una hermosa serenidad, el sentimiento de estar realizando la obra de Dios. Al igual que el Salvador, el bendecir a los demás mediante el servicio y el sacrificio la había ennoblecido; ella era la personificación del amor.
He sido extraordinariamente bendecido por la influencia moral de las mujeres, en particular de mi madre y de mi esposa.
En ningún lugar se siente la influencia moral de la mujer de manera más poderosa, ni se aplica de manera más provechosa, que en el hogar. No hay mejor entorno para criar a la nueva generación que la familia tradicional donde el padre y la madre trabajan en armonía para sustentar, enseñar y cuidar a sus hijos. Cuando ese ideal no existe, la gente se esfuerza por reproducir sus beneficios lo mejor posible en sus circunstancias particulares. ( N.A agregaría que es admirable lo que madres solas ubicadas ahí por al circunstancias logran al sacar adelante a sus familias)
En todo caso, la madre ejerce una influencia que ninguna otra persona ni relación puede igualar. Mediante el poder de su ejemplo y sus enseñanzas, sus hijos aprenden a respetar a las mujeres y a incorporar en su vida disciplina y elevadas normas morales. Las hijas aprenden a cultivar su propia virtud y a defender lo que es correcto una y otra vez, sin importar lo poco popular que sea. El amor y las altas expectativas de una madre llevan a sus hijos a actuar de forma responsable sin pretextos, a tomar seriamente la educación y el desarrollo personal, y a contribuir constantemente al bienestar de todos los que los rodean. Neal A. Maxwell preguntó una vez: “Cuando la verdadera historia de la humanidad se revele, ¿se destacará el tronar del cañón o el eco de una canción de cuna?, ¿los grandes armisticios hechos por los militares, o la acción pacificadora de la mujer en el hogar? Lo que ocurre en las cunas y en los hogares, ¿tendrá mayor efecto que las grandes resoluciones tomadas en los congresos?”.
La función de la mujer en la creación de vida es de lo más sagrado. Sabemos que nuestros cuerpos físicos tienen un origen divino… (En el nacimiento de cualquier persona) las mujeres tienen una parte esencial, a veces a riesgo de su propia vida… En calidad de abuelas, madres y modelos a seguir, las mujeres han sido las protectoras de la fuente de vida… no quiero elogiarlas demasiado como a veces lo hacemos en los discursos del Día de la Madre que las hacen sentir incómodas. No tienen que ser perfectas, y no afirmo que lo sean (con la posible excepción de alguien que está sentada aquí cerca en este momento). Lo que quiero decir es que ya sean solteras o casadas, hayan tenido hijos o no, sean mayores, jóvenes o de mediana edad, su autoridad moral es fundamental”.
Invita a la reflexión profunda cuando señala;
“Sin lugar a dudas hay tendencias y fuerzas que están tratando de debilitar, e incluso eliminar, la influencia que ustedes ejercen, para gran detrimento de las personas, las familias y la sociedad en general. Permítanme mencionar… como precaución y advertencia.
Una filosofía peligrosa que desacredita la influencia moral de la mujer es la degradación del matrimonio y de la maternidad, y del ser ama de casa como ocupación. Algunos intelectuales feministas ven la ciencia del hogar con rotundo desprecio, argumentando que degrada a la mujer y que las implacables exigencias de criar a los hijos son una forma de explotación8. Ridiculizan a las mujeres que optan por quedarse en casa a criar a sus hijos; eso no es justo ni es correcto. Nosotros no disminuimos el valor de lo que los hombres y las mujeres logran en cualquier empresa o carrera digna —todos nos beneficiamos de esos logros— pero aún reconocemos que no hay nada que sea de más beneficio que la maternidad y la paternidad en el matrimonio. No hay oficio superior, y ninguna cantidad de dinero, autoridad o alabanza pública excede las definitivas recompensas de la familia. Sea lo que sea que una mujer logre, su influencia moral no se utilizará mejor en ningún otro lugar que allí…
Que nadie malinterprete de manera deliberada estas exhortaciones que hago a las mujeres. Al elogiar y fomentar la fuerza moral de las mujeres, no quiero decir que a los hombres y a los jóvenes se les exima de alguna manera de su propio deber de defender la verdad y la rectitud, de que su responsabilidad de servir, sacrificarse y ministrar sea de algún modo menor que la de las mujeres ni que se puedan dejar en manos de ellas. …apoyemos a las mujeres, compartamos sus cargas y cultivemos nuestra propia autoridad moral complementaria”.
(1).-, Seamos hombres D. TODD CHRISTOFFERSON Octubre 2006
(2).- La fuerza moral de la mujer D. TODD CHRISTOFFERSON Octubre 2013
G. Arturo Limón D. UNAM, y Miembro de la Comisión de Educación en Mesoamérica de la UICN. Profesor investigador de la Universidad Pedagógica Nacional de Chihuahua UPNECH galimonxm@yahoo.com.mx
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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